miércoles, 5 de septiembre de 2012

There are, indeed, a lot of things to keep in mind. God, I wish there were easier ways to get through this, but as much I would like them to exist, they don't.
It's an all in opportunity.
But hey, love moves mountains, they said. So I guess it could move countries, as well.

miércoles, 19 de octubre de 2011

This can't be forgotten.

Desearía que la noche transmutara su velo oscuro en una secuela de la inocencia.
Arrastraría del cielo rocas fugaces en caída sin sentido.
Pertenencia, desolación, desapareciendo, esparciendose en el espacio maldito.
Ignición exacerbada, como los peces que brincan en su universo reflectante.
En extremos, el cielo se encuentra precisamente allí, en un lugar accesible a quien pierda la percepción y la visión clara del mundo
En un lugar que no hemos inventado su denominación, pero sabemos precisamente donde se encuentra.
Sabemos que volvería si lo desearamos y que si lo emplearamos más seguido las alas se devastarían
Expiando las latentes sucesiones salvajes
Tras las rocas, tras la inconsecuencias, tras el cielo, la locura.

~Wolf. 

lunes, 5 de septiembre de 2011

Ahí donde yo exista. (A tí, él último retazo de vida que me queda)

- Tengo miedo.- La muchacha pareció romper el silencio con verdadero esfuerzo. Miedo, como emergiendo de su océano personal casi sin fuerzas para nadar contra la corriente.

Captó de inmediato la atención del muchacho de cabellos oscuros y mirada siempre extraviada, siempre ausente.
- ¿De qué?- Inquirió con voz suave, perdido siempre en un lugar demasiado lejano como para intentar alcanzarlo.
- ¡Todo y nada!- exclamó ella, dejando caer sus cabellos largos y ondeados por sobre su rostro, rehuyendo aquella mirada tan poderosa, porque era de noche, y él era noche, y sus ojos de mar se encendían con el reflejo de la luna en ellos, porque alcanzaban rincones inalcanzables, y traspasaban barreras invisibles. 
Y era imposible escapar.
- El miedo no existe.- Afirmó, restándole toda importancia al asunto, y sus ojos volvieron a extraviarse en un horizonte infinito.
- ¿Existes?- Ella parecía cuestionarse a si misma aquello, intentando razonar de algún modo porqué él no parecía ser real, tan etéreo e impalpable como el viento. Tan distante y lejano como intentar tocar el cielo.
- Supongo. - Murmuró él, bajando la mirada, sus pestañas de negra tinta cubriendo su piel morena y aquellas ojeras violetas siempre presentes, que denotaban su poco interés por el sueño.
 -Entonces tengo miedo.- Parecía decidida, determinada a no abandonar aquella última esperanza, la última ruta posible hacia ése lugar. Su lugar.
-¿De qué? - El alzó una perfilada, oscura, contrastante ceja.
- De ti, que supones que existes. - Respondió ella, con simpleza..
- ¿Por qué? - Se volteó completamente hacia ella, y sus dedos largos se posaron sobre sus sienes, cerrando los ojos. Lejos otra vez.
- Porque quizás yo no exista.- Murmuró la muchacha, incapaz de flotar en su tempestuosa marea personal. 
Él suspiró.
- Existes. - Aseguró, desatando todo el poder de su mirada oscura sobre la muchacha.
- Pero, ¿y tú? - Inquirió ella, en un susurro desesperado.
El negó con la cabeza, parecía tan exasperado como ella.
- No sé, ¿existo? 
- Ajá.Frunció los labios, estoico.
- ¿Y a qué le teme entonces, mademoiselle?
Ella no dudó un segundo.
- A que dejes de existir, tú y tu terquedad absoluta.
 
Silencio.

Sus dedos de poeta, largos y estilizados, dedos de muerto, asieron sus muñecas con fuerza, y la atrajeron hacia sí, desatando todo el poder de la luna, de la noche y de la lejanía de los mundos en los que él a veces se perdía a si mismo, en ella.
- Quiero llevarte allí donde yo exista.

Una silenciosa lágrima se deslizó por la mejilla de la muchacha, y juntos, desaparecieron para siempre en la oscuridad de la noche.


lunes, 29 de agosto de 2011

Closer to you.

- Dime qué ves.
- ¿La Luna?
- ... Pero concéntrate, criatura. ¡Hacia el infinito y más allá!- exclamaste, sonriendo.
- Un balcón-murmuré, entrecerrando un poco los ojos- El Balcón de la Luna.
Un brillo argénteo encendió su parda mirada, reflejo de la mía, pero infinitamente más abstracta, etérea y perdida.
- ¿Y qué ves ahí?
- Que veo allí... ¡Oh, joder!-comenzaba a exasperarme. deja lanzarme de una puta vez. Si no quieres saltar conmigo, he de hacerlo sola. - Suspiré.- Esto de los balcones jamás se me dio muy bien.
Su rostro pálido estuvo, en seguida, casi rozando el mio, sosteniéndolo entre sus gélidas manos.
- Iría hasta el fin del mundo -Murmuró, apegando su frente a la mía, mientras yo negaba con la cabeza, incrédula- Hey, ¡escúchame! - Insistió él.- Hasta el fin del mundo y más allá, ¿comprendes? 
- ¿¡Y entonces por qué no saltas!?
- Porque no es en esa dirección en la que debemos ir -respondió, alzando la comisura izquierda de sus labios, trazando en sus facciones mi sonrisa favorita.- No hacia allá.
La Luna sonrió, iluminando nuestros rostros con su platinado resplandor.
- ¿Hacia allá? - Inquirí, abstraída, casi hipnotizada, apuntando como por inercia al astro nocturno que se cernía sobre nosotros.
- Ajá. - Concediste, ampliando esa sonrisa que siempre pudo con todo.
Besaste mi frente con simpleza, y tomando de mi mano, con toda seguridad, diste el salto que nos impulsó al infinito, tan lejos del mundo como pudiste, haciéndonos, segundo a segundo, más pertenecientes a esta eternidad absoluta.
 
 A tí, el último retazo de vida que me queda.

jueves, 25 de agosto de 2011

The sea is a good place to think about the future.

Las curiosidades de la vida son variadas e impredecibles. Llegan en los momentos más inesperados y se presentan como una explosión fugaz que llega a romper la monotonía usual de nuestras vidas.
Así sucedió conmigo.
Aquella mañana no distaba de las anteriores en ningún sentido apreciable, sin embargo tenía el presentimiento de que algo sería diferente esta vez. El hilo de mis ideas me instaba a pensar que con la sola acción de mi pensamiento sería capaz de atraer algún acontecimiento relevante a mi existencia.
Avancé distraídamente por la calle precedente a mi instituto, con la cabeza gacha, debía dar la impresión de una introspección absoluta, pero lo cierto es que tenía la absurda convicción de que encontraría alguna señal en el transcurso de mi caminata. Sin embargo, no preví, que en efecto, ese indicador de cambio en mi vida podría abrirse paso de distintas maneras, una de ellas era precisamente aparecer.
Sí, aparecer, así de la nada. 
Cuando lo observé lo supe de inmediato. No me bastó más que echarle una rápida mirada a su rostro y supe que era él. Tenía el signo de mi propia existencia marcada en su frente, como si él y yo calzáramos de algún modo, como si realmente estuviésemos designados para formar parte de algún rompecabezas incompleto.
Y lo ví en sus ojos, él lo supo también, instantáneamente.
Detuvo su caminar y me observó fijamente, analizando cada aspecto de mi rostro, frente a lo cual me habría sentido incómoda de ser este un encuentro casual ordinario, pero no era este el caso.
Ninguno de los dos pronunció palabra mientras la multitud seguía avanzando a nuestro alrededor. 
Yo le había visto, él venía con la vista alzada al cielo.
Cada uno sabe donde buscar, supongo. Tu posición se asemeja a tu pensamiento.
Era un muchacho de mediana altura, desgarbado y fibroso, de hombros amplios y una clavícula que relucía allí donde terminaba el cuello de sus ropas. Llevaba una chaqueta de cuero y el cabello despreocupadamente despeinado, por cierto, era oscuro, muy oscuro, como si un frasco de tinta se hubiera volcado en su cabeza. Su piel pálida contrastaba con sus ojos de un azul oscuro, penetrantes, y de algún modo, absorbentes.
El tiempo se había detenido, o nos habíamos detenido nosotros en el tiempo.
También él tomaba nota de mi apariencia, ambos absortos en la contemplación del otro, como si el resto del universo en el que estábamos contenidos no existiera, como si en realidad, no tuviera importancia la existencia de nada, descontándonos a nosotros mismos, que sí teníamos importancia dentro de nuestro propio universo.
¿Cuál sería la palabra que rompería aquél silencio abrumante, no obstante, agradable y perceptivo?
- ¿Qué eres? -murmuró, obsoleto.
Sonreí, con cierto nerviosismo.
- Lo mismo que tú, sin duda, nocturno ser.
- ¿Vienes de allí arriba, no? - inquirió- Sí. - Afirmó en voz muy baja, apenas unos segundos después- Tienes que venir de ahí. La luz de la luna reluce en tus ojos. 
Avanzó hacia mí hasta encontrarse lo suficientemente cerca como para alzar sus dedos y acariciar mi rostro. 
- Te he esperado una eternidad. - Murmuré. - Pronuncia mi nombre, por favor. Necesito oírlo de tus labios.
Cerré los ojos, a la espera del sonido que cambiaría mi vida para siempre.
- Lunne. - Pronunció lentamente, y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. - Lunne.-Repitió con voz pausada. -Finalmente...
- No arruines este momento- Me apresuré a agregar. - No hagamos alusión al hecho de que somos dos completos desconocidos que han llegado a profesar sentimientos el uno por el otro sin jamás haberse tocado.
Aquél misterioso y enigmático ser me observó, entornando los ojos, tristemente.
- Toma mi mano.
Sus largos dedos de pianista se alzaron dubitativos, y siempre con marcada lentitud, se posaron sobre los míos.
Cerré los ojos una vez más, y pude percibir una sonrisa aflorando en sus labios.
- ¿Te das cuenta?  Hemos dejado de ser extraños el uno al otro. Es más, nunca lo fuimos. Un pacto más allá de lo comprensible nos une.
- Me pregunto... -La comisura izquierda de sus labios se alzó en un ademán travieso.- Si no sería acaso más conveniente sellar ese pacto. ¿No cree usted, mademoiselle? 
Una sensación indescriptible recorrió cada ínfimo rincón de mi cuerpo.
- ¿Es necesario responder a aquello, monsieur?
-No lo sé -murmuraron sus labios, presionando suavemente los míos. - Nada sé.

Recuerdo aquél día de un modo particular porque no estoy segura de haber vivido aquella experiencia, o estar soñando, o delirando quizá, o quién sabe, quizás simplemente fue un historia concebida en las profundidades de mi subconsciente que, en un breve instante de locura, pasó a formar parte de una realidad tan incierta como tangible.
Porque debo admitirlo, mi realidad suele entremezclarse constantemente con el contenido de mi subconsciente y me cuesta definir las líneas divisorias entre ambos entes. Pero lo cierto es que recuerdo todo como si fuera ayer, con una lucidez artística, como de crítico de arte.
Y después de todo, ¿Quién me asegura que no fue ayer? Por ese entonces él rozaba los 19 años, yo con 17 aún. Es cierto que ya no asisto al instituto. 
Es cierto que ya ni siquiera asisto a la universidad. Pero mi locura me ha mantenido viva, en estado de alarma, ausente y presente en estado de espera.
Y soy la misma de aquél entonces, aunque legalmente figure bajo otro nombre, y en otra ciudad. Sigo teniendo 17 años años y mi estado de locura abstracta aún me posee hasta el punto de tener que admitir que sin ella no concebiría existencia alguna.
Y, pues claro, aún le espero. Aún le espero como siempre le esperé, repleta de tormentas y torbellinos, con un arsenal increíble de palabras que jamás utilizaré. No para él, no contra él.
Porque este maldito sentimiento aún persiste en lo que queda de mi solitaria existencia. Y aunque tu alma, querido, se la haya tragado el mar, te prometo que muy pronto iré a por ella.
Más pronto de lo que esperas.    
 
 
 
  

 
Creo que sería conveniente llevar un diario.Lo digo porque en realidad me parece que los acontecimientos y sus respectivos cambios quedarían retratados de una forma más certera en la parte consciente, respecto de lo que me concierne.
Sé que argumentativamente soy esencialmente redundante, pero me parece merecedora de descripción la curvatura de su mandíbula, o el modo en el que sus ojos se encienden cuando sonríe. 
Pero claro, todo esto no es más que parte de mi imaginación. Es el simple afán de escribir lo que venga, de escribir por escribir, de juntar letras y hacer palabras, de no dejarse morir.
Creo que voy avanzando, creciendo y convirtiéndome en alguién mejor, creo que de algún modo esta vez está funcionando, pero no tengo certeza de nada en absoluto, y aún conservo el temor.
Me desespera el no ser capaz de describir mis sensaciones como suceden en realidad. Quisiera ser capaz de detallar punto por punto, el impulso que me mueve a rasgar mi propia piel, a convertirme a mi misma en jirones de lo que fui, a desgarrar mi ser, a exteriorizar la profundidad de mis heridas internas.
Sin embargo, soy incapaz de ello. Soy incapaz de relatar fehacientemente el modo en el que aquella voz se posesiona de mí, y me hace cometer actos extravagantes e indeseables.
Simplemente no puedo. No obstante, haré el intento. 

miércoles, 24 de agosto de 2011

Aquella mujer lucía extraña, agitada, fuera de sí. Sus profundos ojos verdes lanzaban luminosos destellos de furia y horror.
Algo había sucedido.
Pregunté que qué tal, que como estaba.
Se sentó frente a mí, y sus labios se despegaron dubitativos.
- Eh, sírvete un café y cuéntame lo que ocurrió.
Sus manos se posicionaron una sobre la otra. Me habló frotando nerviosamente el dorso de su mano derecha con su muñeca. Era una costumbre fuera de lo común aquella, la de frotarse con la muñeca, pero muy característica de sí. 
- He visto la muerte. -Murmuró, suavemente. Sus manos se alzaron a la altura del pecho. -Estuve así - me dijo,  juntando índice y pulgar hasta casi tocarse demostrándome lo cerca que había estado de la situación. - Así, de perder el control.
- ¿Cómo así, querida? ¿Literal?
- Pues claro que no, ¡Ni Dios lo quiera! -Cerró los ojos un instante.- Pero estuve cerca, cerca de desaparecer por un momento. 
La observé inquisitivo.
- ¿Has estado alguna vez en una situación tal que, tu cerebro, independiente de tus propios pensamientos, se desconecta por un segundo dejándote completamente en blanco, completamente ausente?
- Un par de veces. - Contesté lacónico. - Es un modo de evadirte de la realidad. Yo soy un experto en ello.
Ella hizo aspavientos con ambos brazos en alto. - ¡Te he dicho que no te refieras a tí de ese modo! -Me reprendió.
Alcé una ceja.
- No hablábamos de mí, ¿recuerdas?
- Sí, sí, lo siento.-Murmuró distraída. Es sólo que estuve a punto de - Su respiración entrecortaba denotaba  cuán agitada se encontraba aún- a punto de encontrarme ahí. En ese momento exacto en el que no estás en ningún lugar, pero sin embargo-confesó, dubitativa- estaba en todas partes.
- Entonces valió la pena-Opiné, con calma.-El que hayas salido por fin de tu encierro voluntario y te hayas dejado ir en un instante de desesperación.
¿Me entiendes ahora? -La observé fijamente- ¿Aquella sensación de olvido, de abstracción absoluta, de absurdo sentir vacío, de círculos cuadrados, de soles nocturnos?
Ella alzó la mirada. Un signo de interrogación se dibujaba en su frente.
- Lo supuse, querida. No estuviste tan cerca. 
  
 
  
 

Nota mental.

Creo definitivamente que sería más fácil escribir en papel. Estos últimos días han sido extraños, pasivos, de una tranquilidad burguesa (aunque realmente ya no usemos demasiado esa palabra, creo que se ajusta a lo que quiero describir.
Si dejo de escribir, me muero. Qué más simple que eso.
Pero he ahí la pregunta, ¿No he intentado, acaso, morir ya un par de veces?, ¿No soy una suicida "reivindicada" con gestos hipócritas y modos de sutil rendición?
Lo cierto es que, sí. La respuesta es sí. Soy ello y soy más.
Pero es exactamente aquello lo que me mantiene aún aquí, el hecho de que soy más. No voy a caer en la redundancia de un despertar que no va a suceder, no ahora, no pronto, sino que será paulatino, como todo lo que tiene que suceder de la manera que debería suceder.
Pero a mi no me gusta que las cosas sean de ese modo, ¿no se nota? A mí me gustan los exabruptos, las explosiones y colisiones, los desmanes del tiempo, la absurda idea de una eternidad pasajera, de un cataclismo ausente, de todas aquellas cosas en las que alguna vez creí, señores. Y porqué no, de todas esas cosas en las que aún creo.
 No voy a detenerme en esto. Voy a detenerme en mí, en volver hacia mi interior, que el exterior no ha funcionado.
No es la mejor forma, pero es la mejor para mí. Mis ojos siempre han estado observando, es hora de voltearlos hacia el interior, ¿no creen?
Já, por supuesto que no es lo mejor. Pero queridos, tengo de aquí a febrero para sanar y es un largo proceso. Un largo proceso.  Del cual no pienso tomar parte aún.
Lo siento. 
 

Rimbaud.

Inefable. Era la palabra más adecuada que podía evocar para describirle. Lo cierto es que en realidad jamás mis ojos habían logrado traspasar los suyos, barreras de tiempo y espacio se interponían entre nosotros.
Alcé la mirada y noté un cambio en la atmósfera. Volvía a escribir.
Las letras se perseguían unas a otras desesperadas por abrirse paso en un sendero demasiado estrecho. Por ahora.
Quizás el cambio será para mejor-pensé. Quizás todo esto signifique algo después de todo. 
Mira que las cosas dan vueltas en círculos casi cuadrados, que el sentido de esta vida muerte es inimaginable y a veces casi inexistente.  
Me he desviado otra vez. Indescriptible, en eso estaba, cuando una visión efímera pobló mi cerebro. 
"Era ella, la pequeña muerta, detrás de los rosales".
No podría olvidarlo.  Poco a poco me haría cada vez más pequeña, y mis huesos calzarían en aquella descripción. 
He encontrado otra manera de destruirme a mi misma, y me encamino a ella como hacia la muerte misma, con brazos abiertos.
Ahora, ¿respecto de sus ojos? Sus ojos... Sí, bueno, son el último retazo de vida que me queda.

miércoles, 27 de julio de 2011

Entonces la vida se tejía de ese modo, mademoiselle, de giros retorcidos y vueltas circulares, y todo tenía un punto de convergencia que no se sabía a si mismo como fin o comienzo.
¡Déjate caer!