Venías corriendo, y llegaste a regalarme una sonrisa.
Sabía que quedarme allí no tenía objeto, y aún así, no era capaz de despegar mis pies del suelo, como si me estuviesen sujetando, porque el universo me gritaba al oído “Espera ahí, ya viene”.
Sostenía un pedacito de papel, doblado en cuatro, entre mis dedos. Estaba algo empolvado, y no era reciente, aun así, parecía echar chispas.
No lo había abierto aún, seguía intacto, danzando entre mis dedos.
No había levantado la mirada, y esperaste paciente a que despertase de mi letargo.
¾ ¡Eres tú! – exclamaste, sonriendo. Nadie me había sonreído de ese modo jamás.
Al menos nadie a quien yo recordase. Pero ahí estabas, tu largo y lacio cabello, negro como la noche, negro como mi corazón polucionado.
Alcé la mirada, confundido.
¾ Ábrelo. - Me instaste, ansiosa.
¾ No es mío- respondí instantáneamente. -, no debería abrirlo.
Tu sonrisa se hizo más amplia, tus rosados pómulos se alzaron, y el viento desordenó tu cabello.
¾ Vamos, ¿Tan difícil te es romper las reglas?
Era difícil contigo ahí.
Esperaste paciente, mientras mis dedos se deslizaban con decisión por entre aquél pedazo de historia que comenzó de nuevo con la mía.
¾ Léelo en voz alta. – Murmuró, mientras cerraba sus ojos, con expresión pacífica.
Eran tan sólo un par de párrafos, en una caligrafía pequeña, desigual. Inclinada hacia la izquierda.
“… Eres tú, lo encontraste. Me encontraste.
La muchacha de los cabellos oscuros alzó la mirada, y le dedicó una sonrisa a aquél desconocido.
Lucía triste. Sus ojos parecían haberse apagado siglos atrás.
Te haré sonreír –pensó ella.- Aunque sea lo único que haga en mi vida.
Se sentó junto a él, y entrelazó sus dedos con los de aquél ser errante.
¾ Mi nombre es Lunne. Pero puedes llamarme como quieras. – Cerró los ojos un instante. El viento alborotó las copas de los árboles, y una de las hojas calló sobre el regazo del muchacho.
¾ ¿Prometes quedarte por siempre? – Inquirió él. Sus ojos oscuros aún perdidos en el horizonte.
¾ Prometo no irme jamás. ¿Es suficiente? – Contestó la muchacha, aun sosteniendo sus dedos entre los suyos.
¾ Suficiente para mí.
Pág. 102.”
Me observabas con aquellos grandes ojos verdes abiertos de par en par, sonriendo.
Quise decir algo, mas te me adelantaste.
¾ Me quedaré por siempre- Prometiste, con suavidad, mientras entrelazabas tus dedos con los míos, aquella extraña tarde de verano- , las palabras son más que palabras.
Sonreí.
¾ Quisiera saber cómo continúa esa historia, Lu.
¾ Tendrás que ayudarme a escribirla. – Murmuraste, mientras tus labios dibujaban estrellas en mis mejillas. - Haremos que dure por siempre.
Sinfonía inconsciente de palabras; Abstracciones que excavan el cielo
Publicar un comentario