miércoles, 22 de junio de 2011

Epifanías pasajeras.

(…) Y mientras se batían a duelo mente y destino, el reloj perdía sentido, insignificante, perdido, olvidado en el tiempo.
Para sus ojos carentes de persianas, todo era una permanencia absoluta de escenarios celestes. Otorgar vida como un milagro, como un haz de luz efímero en el firmamento infinito, a semejante muerte voluntaria, agónica y placentera, reduciéndose a menos que explosiones sangrientas, a alaridos bélicos en lucha desmesurada por intentar acallar los demonios internos, a quebrantar, de algún modo, el velo oscuro de la eternidad, sobreponiéndose a los fantasmas del pasado, al shock de adrenalina presente en sus venas, los balbuceos en el tiempo de un futuro inteligible, inexistente y  extinto, dejándose ir tan solo en una bocanada de aire, un leve soplido de viento, un murmullo, un suspiro… Que al fin y al cabo eso era ella, , nada más que aire, colisiones, danzas absurdas del minutero, y finalmente, una porción nada de este infinito muerto.
No queda Nada en absoluto.
(Y quizás ahora por fin podría abandonar el lápiz)

Sinfonía inconsciente de palabras; Abstracciones que excavan el cielo

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